VICENTE BAOS

El inicio de la enfermedad El día 8 de marzo hacía un día soleado de buen tiempo en este invierno tan atípico climatológicamente. Fui a dar un paseo por el campo que rodea mi casa. Al volver sobre el mediodía, noté un cansancio atípico y un malestar febril totalmente inespecífico. Esa sensación que dices: ¡Uy, me empiezo a encontrar mal! Tenía febrícula y nada más. No tos, no molestias faríngeas, no anosmia, ningún otro síntoma salvo el malestar generalizado. La noche fue así y tomé claramente la decisión de no ir a trabajar el lunes. Estaba convencido de haber empezado el COVID19. Mis compañeros del centro de salud trastearon en mis pacientes atendidos las dos semanas anteriores por si había habido algún ingreso y confirmación de COVID19. Recordar que antes y ahora, la confirmación de caso COVID19 se ha realizado en los pacientes que ingresaban o al menos atendidos en las urgencias hospitalarias. En aquel momento no podía realizarme la prueba PCR en el centro de salud aunque fuera sanitario. En mi baja laboral hubo que poner como diagnóstico: VIRIASIS. Posteriormente fueron modificando los motivos de incapacidad laboral para sanitarios y no sanitarios.

La actitud a seguir era la siguiente: aislamiento domiciliario, tratamiento sintomático con paracetamol y ver evolución. Apareció mi primera duda. Estaba tomando losartan/hctz por HTA. Aparecieron los informes con datos poco concluyentes sobre si era un factor de agravamiento o no al utilizar el virus: Are patients with hypertension anddiabetes mellitus at increased risk for COVID-19 infection?

Decidí retirar losartan y mantener dosis bajas de hctz. La tensión arterial la tuve bien controlada los siguientes días. El día 16 de marzo, la posición oficial era no hacer cambios: Medicamentos antihipertensivos queactúan sobre el sistema renina angiotensina e infección porCOVID-19 Ese día yo ya estaba ingresado en Puerta de Hierro.

Desde el día 9 de marzo hasta el lunes siguiente, 16 de marzo me mantuve en casa con tratamiento sintomático, razonablemente bien.

La odisea fue encontrar información clara por parte de Salud Pública o de Prevención de Riesgos Laborales respecto a hacerme la prueba. De Salud Pública me pasaron a Riesgos Laborales que me dio una respuesta curiosa que espero hayan cambiado: aquí no tenemos para hacer pruebas, a lo mejor es alergia (nunca he tenido ninguna alergia respiratoria ni he fumado en mi vida), a ver como evolucionas y nos llamas.

No lo hice más.

El jueves 12, la directora de mi centro de salud había recibido test para hacer PCR y me dijo que fuera al centro de salud para hacerme la prueba con otra compañera que había estado atendiendo a un paciente confirmado posteriormente. Me hice el test y una compañera me auscultó: tenía alteraciones en la base izquierda. Fui al Hospital de Villalba a hacerme una rx. Comparada con otra mía de hace dos años que estaba en mi historia, era similar. A casa y observar. Por cierto, el resultado del test realizado en el centro de salud nunca apareció. En los días siguientes e incluso en mi estancia en Urgencias de Puerta de Hierro se buscó y nunca apareció.

El ingreso en el Hospital

El fin de semana del 15 de marzo, día 7º de evolución, claramente empeoré. La febrícula se convirtió en fiebre franca de más de 38ºC. No he tenido tos nunca pero la sensación de presión torácica era clara. El lunes 16 de marzo (día 8º de evolución) fui por la mañana a Puerta de Hierro, mi hospital, aunque en un edifico nuevo, desde estudiante y residente hace muchos años. Me valoraron con una PCR nueva orofaríngea, análisis y rx confirmándose mi PCR + a SARS-CoV-2 y afectación neumónica bilateral con un patrón típico de COVID19. En el análisis, igualmente típico de COVID19: linfopenia, plaquetopenia, aumento dímero D. La gasometría arterial era justa e iniciaron oxigenoterapia con gafas nasales a 2L/min, ingresando en planta. El primer día estuve solo en aislamiento. Al día siguiente había necesidad de doblar las habitaciones en dos pacientes.

Las primeras 24h (día 9º de evolución) fue razonable: paracetamol IV para la fiebre, hidroxicloroquina a dosis de carga y luego 200 mg cada 12h, Potasión 600 2c/8h (tuve hipotasemia mantenida casi todo el tiempo de ingreso) y lopinavir/ritonavir (Kaletra) 2c/12h. Mi intervalo QT al ingreso ya era límite, consultaron con los cardiólogos y decidieron darme la medicación con controles ECG. Hacer pequeños esfuerzos, ir al baño o ducharme era imposible al segundo día de ingreso. La opresión torácica y la taquipnea (nunca tos) sin las gafas nasales era muy dura. Bebía lo que podía y no comía nada. Era imposible. Al tercer día de ingreso (día 10º de evolución) los análisis y la radiografía habían empeorado. Por la noche anterior, con las gafas nasales al máximo no mantenía la saturación por encima de 90% y estaba taquipneico. Me cambiaron a Ventimask que era insoportable, me había quitado todo en un momento de confusión y desaturaba gravemente. Me cambiaron a una mascarilla con reservorio al máximo que me dio la vida, empecé a sentirme mejor y a tranquilizarme.

A la mañana siguiente (día 11º de evolución) vinieron por primera vez los de la UCI a valorarme. Sabían que era médico y me hablaron con claridad. Impresiona ver frente a ti a 4 personas (UCI + anestesistas) mirar cómo hablas, cómo respiras, qué cara tienes, impresionas de gravedad o no, con su monitor multiparamétrico viendo como desaturas al hablar (hablaba entrecortado, taquipneico...) y en reposo con la mascarilla con reservorio a tope. Me mantenía en el límite. Me explicaron que ahora, el que subía era para ventilación asistida y que volverían a las 6 horas y me mantuviera en ayunas y poca agua por si había que intubarme.

El médico internista que me llevaba, me dijo con todo el cariño del mundo: antes del tubo lo que sea, él que había avisado a los de la UCI para valoración. Decidió iniciar tocilizumab (Actemra). Noté alivio de la presión torácica y los valores de saturación se mantenían en el límite. Cuando volvieron a valorarme por la tarde me mantenía estable y no fui a la UCI. Mi tensión arterial era baja e hice bradicardias asintomáticas de 45 lpm cuando antes había estado entre 60 y 70 lpm. Me inquieté pero posteriormente desaparecieron y normalicé mi frecuencia cardíaca. Al día siguiente, tras la segunda dosis de tocilizumad me mantenía sin agravamiento. Salí por el momento del radar de la UCI. He de insistir en el trato exquisito y claro que tenían. También recuerdo, la sonrisa de una de ellos al ver que no había empeorado y no me subían a la UCI. Era una sonrisa amable y cariñosa, de complicidad y de alegría por no verme peor. En estas situaciones, cuando ves con gran lucidez las alternativas cuando, al encontrarte tan mal, casi dudas si decir: ¡venga, adelante, sedarme e intubarme! así no me entero de nada y si no vuelvo ¡qué pena! y si vuelvo ¡qué alegría! Ver la antesala de la muerte en ese dulce sopor de 1 segundo previo a la sedación era una opción ante la situación de pasarlo tan mal y con tanto miedo. No, mejor no haber sido intubado, sin la menor duda. Cuando estos días seguimos viendo la gran necesidad de pacientes de pasar a ese nivel y la escasez, las limitaciones de puestos de UCI, se me pone la piel de gallina. Yo sé lo que es estar en esa puerta y necesitarla y es terrible. En este virus que nos está arrasando y aniquilando a tantas personas.

La pronación era la otra indicación clara. En la UCI, colocaban 16 horas al día a los pacientes con clara evidencia de mejoría. Las enfermeras, todas competentes como el enfermero de la noche que me había pasado a la máscara con reservorio, las vías que me cambiaron varias veces, nos insistían en que estuviéramos en pronación el mayor tiempo posible. No es fácil con el reservorio y esa cama perenne en la que llevas días con los músculos débiles y agarrotados.

Tres días estuve en una situación estable con mucha medicación, incluidos ceftriaxona y metilprednisolona y todo lo anterior, salvo el lopinavir/ritonavir.

La mejoría

Sutilmente veía que me podía mover mejor, que empezaba a comer retirando poco tiempo la máscara, que no hacía falta que orinase en la botella, que podía ir al baño y volver un minuto o dos sin oxígeno. Que pude ducharme, ¡bendita ducha! que te hace sentir de nuevo una persona digna, con tu desodorante y todo, que me podía levantar para que cambiaran las sábanas.